DE TANGO

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Ya tengo el tango

Ya te podés ir yendo que yo... ya tengo el tango.
Es que me estaba esperando en la puerta de un zaguán
Me sobra estaño pa' olvidar en la pulpería del pueblo
De donde "El polaco" se trajo su primer zorzal.
Ya te podés ir yendo que yo... ya tengo el tango.
Es que me estaba esperando en una ochava de Boyacá
Me sobra bohemia pa' recordar en el boliche "Roberto"
Que mi corazón está muerto de tanto y tanto rodar
Ya te podés ir yendo que yo... ya tengo el tango.
Es que me estaba esperando en el Riachuelo, a punto de saltar.
Me sobra asfalto pa' pensar en el cordón de la vereda
Que ya nada me queda, solo un tango pa' bailar.
Ya te podés ir yendo que yo... ya tengo el tango.
Es que me estaba esperando en el “Café La Humedad”
Me sobra vino pa' llorar en un callejón lejano
Que los años viejos ya nunca volverán...
Ya te podés ir yendo que yo... ya tengo el tango
Me sobra espacio pa' albergar en mi corazón herido
El recuerdo de la de blanco y a la de negro, que no ha de tardar.
Ya te podés ir yendo que yo... que yo... ¡Ya tengo el tango!

Desatando el olvido y el tiempo.

Hoy quiero hablar del orgullo, patrimonio fundamental del tango. Del macho. Del machismo. Del argentino inmaculado, el que al engaño lo paga con muerte, con silencio. El macho que es bueno, pero igual mata. El macho que por puro macho pierde a su amor por no poder dejar la farra y la milonga. El macho, que por no dejar la noche y las copas, pierde a su amor, y luego llora, a solas obviamente. Hombre melancólico apoyado en un estaño errante bajo la luz de mortaja de un viejo bar olvidado. Un pulpero sirviéndole vasos de hipocresía. Una guitarra limando su ilusión y la venganza como sinónimo de reconciliación (con uno mismo, ¡claro!)
...Tome nota la gilada que hoy da clase un varón...
En “Dicen que dicen”, de Delfino y Ballestero, un hombre bueno ha matado por amor. Lo cuenta como un cuento el asesino a un vecino, como quien se le fue la mano. “trenzó sus manos en el cogote de aquella perra” “Dicen que dicen, vecino, que era todo ternura la que murió...Que jué el orgullo de un mozo taura de fondo bueno... como era yo...”
No se llega a matar el odio en “Contramarca” de Rossi y Bracatti. Pero hay una cicatriz dibujada a punta de cuchillo. “China cruel a qué has venido, ¿qué querés en este rancho?” “Y esa flor de mi cuchillo te marcó, bien merecida...la llevarás luciendo en el carrillo...”
Cabe recordar que unos ojos negros clavan puñales más dolorosos que los cuchillos afilados de los tauras de entonces. En “Guapo y varón” de Moreno y Delfino alguien dice “pero yo sé que el puñal de unos ojos oscuros, ojos cándidos y puros se clavó en tu corazón...” dice un macho hablando en tercera persona, naturalmente,”y hoy lloras malevo fuerte” continúa con un dejo de goce.
...Soy el novio de María dice alguien en una pulpería. Pide una copa para brindar por la puñalada que recibirá el rubio que se alzó con
la María, reza el tango “Brindis de Sangre
...En medio del conventillo se ha parado un compadrito buscando a la que ha herido su corazón cuenta el tango “De puro guapo” de Iriarte y Fernández Díaz y sigue diciendo: “Y como un tigre sobre su presa salta ligero y asesta un tajo...” para irse diciendo ”Me he cobrado esta traición”
Pero el orgullo no es solo muerte y venganza. También es vergüenza. En el tango de Olmedo y Aznar “Lo que vos te mereces” el hombre no le pudo dar lo que ella se “merecía” o a lo que “aspiraba” y cuando vuelve después de todo un año le dice: “tu lujo, tus alhajas me hubieran hecho daño, que bien te has portado volviendo como ayer”.
En “Venganza” el macho disfruta viendo sufrir a la que lo hizo pasar vergüenza con un compañero. Y con la frente alta y orgulloso dice: “La vergüenza es la herencia mayor que el viejo me dejó”

Malena canta el tango (como ninguna)

La calidez de una brasilera noche de primavera condujo a Homero Manzi a un arrabalero bar de la ciudad de Porto Alegre. La noche hablaba de argentinos que, en charla de copas bohemias, filosofaban de la vida y el amor. Una pebeta con paso rapidito y cortón se acercó hasta el piano, que segundos antes, se había adueñado el Señor Osvaldo Pugliese. Del tajo de aquella pollera y de las notas que surgían de unos dedos enmarañados, nació un tango. Homero, al oírlo, levanto inmediatamente la cabeza para observar de qué corazón brotaba ese torrente de sentimientos. Se llamaba Malena Toledo, una santafecina que a principios de la década del 40 llego al Brasil con sus tiernos ojitos repletos de noches tangueras para ganarse con su alma el pan de la subsistencia. La energía que ponía al cantar hizo conmover a Manzi que no dudó ni un segundo en sacar su pluma y dedicarle unos versos en una pequeña libreta que llevaba consigo. Entretanto Pugliese, obnubilado por lo que estaba escuchando, intentó seguir su ritmo para no desentonar. Los pocos hombres que quedaban en el lugar se emocionaban al ver el énfasis y la pasión que esa mujer ponía al cantar. Lucio Demare, que acompañaba esa noche al músico y al poeta, recibió de este último una hoja de papel, que colocó en su bolsillo, con un mensaje que decía “Por favor ponele música. Si hay que hacerle algún cambio, cuando regrese, la termino” Ya en Argentina, y dispuesto a cenar en un boliche de la Av. Del Libertador, Demare sacó sin querer aquel papel de su bolsillo. Corrió el plato para imaginarse melodías y, sin probar bocado, se retiró apresurado a su casa. La letra era increíble. Malena estaba perfectamente descripta. Los sentimientos, a manos de Manzi, se hicieron más lentos y profundos. Demare no lograba conciliar la emoción de haber vivido ese instante y el hecho de estar leyéndolo tal cual lo sentía. “Tal vez allá en la infancia su voz de alondra tomo ese tono oscuro de callejón” Una frase que no hizo más que acariciar apasionadamente el recuerdo de aquel lugar.
Malena, luego de unos años, sumó a su repertorio esta canción que llevaba su nombre y con mucha más pasión la cantó al enterarse de que se habían inspirado en ella. Pero nunca más subió a un escenario, al darse cuenta de que se la habían dedicado porque enternecía, pero también porque Homero se había dado cuenta de que nunca llegaría a la fama como Nelly Omar o que no lograría ser como Azucena Maizani y menos aún, lograría entonar bien.

De la muerte

Hablar de la muerte del ser amado de alguien se torna muchas veces incómodo, pero si el que habla es la persona enamorada a la que se le fue su amor para siempre esto se vuelve entre tierno y angustioso.
La forzada pérdida total de la esperanza provoca en el corazón un latir de incertidumbre que se refleja en letras como “Mañana iré temprano” de Mario Bahr y Enrique Franchini, con aquel que esta postrado en una cama dejándose morir viendo pasar su vida en un otoño eterno y diciendo entre dientes y con una mirada apesadumbrada. “Mañana iré temprano, con las flores que tú amabas” presagiando su inminente fallecimiento.
Y en el tango “Margarita Gauthier” de Julio Nelson y Joaquín Mora la frase dice: “Soy tu Armando el que te clama, mi sedosa muñequita” pidiendo que vuelva de alguna parte de la inmensidad de los cielos. “Para qué quiero la vida!...si mi alma destrozada sufre una angustia suprema...vive este cruento dolor”.
En “Tu pálida Voz” la muerte llega tan tierna como tristemente. Cruza por el patio y se va por la galería, de la mano, con “ella” hacia una estrella iluminada de invierno. El regreso ansiado por su hombre desata penas y recuerdos. La voz que agonizaba se oculta en paredes desoladas.
La inocencia de un niño en “La casa está triste” de José de Grandis y Luis Bernstein, da cuenta de tradiciones de antaño como era la de velar un cuerpo en la casa de familia.”Se asoma un nenito, rosado, sonriente; pregunta a su padre: ‘¿Mamá dónde está?’ Y al ver el cadáver, le dice doliente ¡Papito, yo quiero dormir con mamá!"
En "Sus ojos se cerraron" de Gardel y Le Pera la muerte se presenta en forma de Parca traicionera llevándose en sus manos un dulce amor...
"Como perros de presa las penas traicioneras celando mi cariño galopaban detrás, y escondida en las aguas de su mirada buena la suerte agazapada marcaba su compás."
El que muere en "Antiguo reloj de Cobre" de Eduardo Marvezzi es el padre que deja como herencia de emoción un reloj que termina siendo vendido por un hombre golpeado por las vueltas de la vida y que, mordiéndose las manos, mira al cielo diciendo "Perdóname, viejo, si de vos me olvido, sé que lo has querido tanto como yo."
Pero no son las únicas, en “El milagro” de Homero Expósito y Armando Pontier el hombre atormentado asegura que estar enamorado es estar vivo, pero contradictoriamente le dice a su propio corazón “Y si al fin ella deseara que te mate, te matara, corazón…”

Mapa tanguero

La geografía del arrabal es la letra de un tango. Es una esquina como cualquiera o tal vez como ninguna. Corrientes y Esmeralda o Gaona y Boyacá son esquinas emblemáticas del tango. Pero podemos hilar un poco mas fino y no quedarnos en lo meramente explícito. El tango nos clava en una intersección de calles, como al mismísimo semáforo, aun sin nombrarlas y así la observamos en cualquiera de sus melodías. En “Yo soy del 30’ la frase: “Yo soy un cacho de Buenos Aires hecho a cortada y diagonal” nos remite inmediatamente a la cortada Carabelas y la Diagonal Roque Sáenz Peña donde se juntaba gente “calavera” a tomar las copas.
O nos da el nombre de una calle, pero para mostrarnos un sitio. “De Vieytes nos aplauden Viva!! Viva!! Dos locos que inventaron el amor” en “Balada para un loco” de Ferrer y Piazzola que alude al Hospital Neuro Psiquiátrico José T. Borda situado en la calle Dr. Fernández llamada Vieytes anteriormente.
O, sin asfalto, quedamos parados en la callejuela de un cementerio, frente a la lapida de nuestra amada. “El idilio que se ha roto me ha robado paz y calma y la muerte ha profanado la virtud de nuestro amor” palabras que fluyen de la magistral “Margarita Gautier

Tambien, la luna va rodando por Callao.


Y “Sur paredón y después...” me guía inevitablemente a un paredón que se alza, todavía, en la avenida Sáenz antes de cruzar en puente Uriburu en la cuadra que caminaba Homero Manzi para ir al colegio, vecino al Barrio de tango, ubicado al costado del terraplén donde los perros ladran a la luna y el amor se esconde en un portón.


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